Para curar

02.05.2017

"Mamá se burlaba de mis visiones pero ella también formaba parte de las hechiceras de la familia", pensó Clara.

Por la casa de los Schafer habían desfilado casi todos los bebés y niños del vecindario. Teresa curaba el empacho, tirando "el cuerito". Pero no era la simple aplicación de una técnica, era una ceremonia, con oraciones susurradas y señales de la cruz dibujadas sobre las barriguitas blancas de los empachados. Por supuesto Clara y Alba habían formado parte de los pacientes, aunque no muy convencidas de los poderes curativos de la tirada de cuero, hasta que el pediatra de Esteban le dijo a Clara: "mire, esto se cura con una simple tirada de cuerito, pero shhh, no lo ande difundiendo por ahí porque me quedo sin trabajo".

Las madres que llegaban a la casa de Teresa, preocupadas por el empacho de sus niños, no sabían que efectivamente esa técnica, aplicada en un lugar específico del abdomen y la espalda, estimula los movimientos intestinales que ayudan a que el empacho afloje. Ellas estaban seguras de los poderes mágicos de Teresa, quien reforzaba la práctica con tres sesiones y tratamiento con tecitos con carbón, al cabo de los cuales, los niños estaban absolutamente curados.

"Una vez, la fama de mamá trascendió las fronteras del barrio... O mejor dicho, el círculo de los vecinos", pensó la anciana, recordando la vez que el empachado había sido el hijo del dueño de un circo, anclado en el baldío más extenso del barrio. El cocinero del circo, apenas acomodados los carromatos fue de compras a la verdulería y la carnicería más cercanas; fue en esta última donde habló sobre el malestar del niño. El pobre rusito se retorcía de dolor de vientre y hasta había hecho fiebre. Le pidieron a Teresa que fuera al circo, pero ella dijo que sólo podía atender al niño si lo llevaban a su casa. "¡Se hacía valer la curandera!", pensó Clara, sonriente. Gracias a la tirada de cuerito, con el aditamento de tecitos de hojas de duraznero, el niño, al tercer día de armada la carpa circense, andaba dando brincos junto a los equilibristas. Alba y Clara fueron las que más festejaron el rédito por los servicios de su madre: entradas gratis para toda la familia.

La medicina no era el único campo para los poderes de Teresa. Ante cualquier tormenta amenazante, se la veía dibujando cruces en el aire, con un cuchillo que luego clavaba en el suelo, con el filo hacia los nubarrones. La efectividad de esas maniobras resultaba más difícil de probar que la cura del empacho; más de una vez la tempestad descargaba su furia. Ella decía en ese caso: "al menos no cayó piedra" o "el viento mermó"; "el tornado viró para otro lado". Ante tamaños argumentos, a nadie le quedaba dudas y apenas asomaba la tormenta en el horizonte, algún vecino corría a la casa de los Schafer, rogando por un corte de tormenta.

La fama de Teresa desató algunos malos entendidos. Después del empacho curado del niño del circo, comenzaron a llegar enamoradas que querían algún yuyo mágico para el hombre de sus sueños, indiferente a la seducción convencional. También llegaron un par de embarazadas, quienes llorando pedían algo que hiciera que el embarazo desapareciera como el empacho. Y hasta algunas madres que querían que su hijo o hija se desencantara del enamoramiento inconveniente para la familia, o suplicaban por algún "mal" para alguna competidora, o rogaban por algún amuleto para que su marido encontrara trabajo. Teresa, con su acostumbrada sinceridad sin filtro, respondía con consejos para cada caso: "al hombre que conquistes con engaños, no será nunca tuyo"; "cerrar las piernas es el mejor remedio para no quedar embarazada"; "si ese muchacho no es conveniente para su hija, sólo ella puede decirlo, ¿o acaso a usted le impusieron un marido?"; "a lo mejor los defectos que usted ve en la jovencita son cualidades para su hijo, ¿no cree?"; "si usted tiene un esposo que otra le puede quitar, ¿para qué lo quiere?"; "no le dé de comer a su marido hasta que consiga trabajo... Ya verá cómo sale a buscar".

"Parece que consejos nadie quería porque no fueron más", exclamó Clara, muy divertida con el recuerdo.